En nuestra sangre circulan distintas estructuras celulares y proteínas suspendidas en un fluido llamado plasma. Dentro de este maravilloso universo, que es el sistema vascular, se encuentran unas diminutas células llamadas plaquetas.
Las plaquetas están encargadas de muchas funciones, desde ser responsables de formar coágulos que impiden las hemorragias, hasta ser soldados en la defensa contra enfermedades.
Para ubicar al lector, comenzaremos hablando sobre el sitio donde se encuentran las plaquetas, la sangre. Esta corre por nuestras arterias y venas, y se compone de dos fases: la fase líquida, compuesta en su mayoría por agua, y una parte celular, donde además se incluyen algunas proteínas sumamente importantes para nosotros.
Dentro de esta fracción de la sangre encontramos tres diferentes tipos de células; los eritrocitos — mejor conocidos como glóbulos rojos— encargados principalmente del transporte de oxígeno; los leucocitos o glóbulos blancos, responsables de patrullar el sistema sanguíneo y cual policías, arrestar y eliminar bacterias, virus, parásitos u hongos que nos puedan ocasionar un daño.
La tercera población de células que circulan en nuestra sangre, y sin duda, las más fascinantes, son las plaquetas.
Su origen y sus características
Las plaquetas provienen de la fragmentación del megacariocito, una enorme célula que se localiza en la médula ósea capaz de producir hasta 5 mil plaquetas.
El megacariocito es una célula cuyo principal objetivo es proveer a las plaquetas de lo necesario para que estas cumplan sus diversas funciones. Una vez alcanzada su total maduración, el megacariocito, aún en medula ósea, se acerca a los vasos sanguíneos, en una zona conocida como sinusoide vascular, donde comienza a “asomar” su estructura y por acción del flujo de la sangre comienza fragmentarse en pequeñas estructuras, las plaquetas. A este proceso se le conoce como trombopoyesis.