BBC News.- La extensa y premiada carrera de la escritora y poeta Gioconda Belli (Managua, 1948) se ha desarrollado a lo largo de dos columnas principales.
Una es su Nicaragua natal, la revolución sandinista y su papel en ella, primero como guerrillera y revolucionaria, y luego como vocal opositora al régimen de Daniel Ortega.
La otra gira alrededor del tema de ser mujer.
Desde muy joven, Belli usó la palabra para celebrar el cuerpo femenino. Ha escrito sobre la belleza, el sexo, las curvas, la menstruación, el deseo. También los versos que abren este artículo, fragmentos de su poema “Mujer irredenta”, en el que destaca con pasión desbordante el goce que existe en los cuerpos maduros.
En las últimas décadas, también ha dedicado prosa y versos a sacar del clóset una de las etapas más estigmatizadas de la vida de las mujeres…
“Tirá los tampones / las toallas sanitarias. / Hacé una hoguera con ellas en el patio de tu casa. / Desnúdate. / Bailá la danza ritual de la madurez. / Y sobreviví / como sobreviviremos todas”, escribe en su poema “Menopausia”, con esa acentuación tan bonita que tienen los nicaragüenses y que ella suele mantener en sus libros.
Lo que sigue es un extracto de una conversación que BBC Mundo tuvo con ella hace unas semanas en el HAY Festival de Arequipa, donde uno de los temas centrales fue, precisamente, la mujer.
La feminidad y el placer son temas muy presentes en tus obras, incluso cuando describes la naturaleza, que en tu pluma está llena de exuberancia. ¿Qué han significado para ti los cambios que ha tenido tu cuerpo y cómo dirías que se han plasmado en tu obra?
Mira, para mí el tema de la vejez y de la edad tiene dos problemas.
Uno es que la vejez es realmente grave… porque te vas a morir. O sea, te vas acercando a la muerte y eso es una cosa objetiva que nadie puede evitar.
Pero la otra cosa, que a mí me parece que es la más seria, es la depreciación. Y la de las mujeres sobre todo empieza muy joven, a los 40 y tantos.
La mujer empieza a sufrir desde que le salen las primeras arrugas. ¿Y cómo es posible que pensemos que sólo valemos a los 20 años cuando tenemos piel de manzana?
También llega la menopausia, que marca el fin de la fertilidad. ¿Pero por qué eso va a ser causa de depreciación?
Al final, yo creo que las mujeres vivimos más que los hombres, porque la vida como que nos compensa todos los años que nos tuvimos que dedicar al servicio de la maternidad y de los otros, ¿no?
La naturaleza nos da más tiempo.
Leyendo críticas de tus libros me he encontrado con comentarios de muchas mujeres que te agradecen que hayas escrito sobre la menopausia y dicen que las has ayudado a vivirla mejor, a que deje de ser una “tumba en vida”. Por ejemplo, con “El intenso calor de la luna”…
Sí, escribí ese libro para hablar de la menopausia, porque todavía se habla muy poco de ella. No es como la menstruación.
Cuando yo comencé a menstruar aún se decía que estabas enferma, ¿no? Como si fuera una enfermedad.
Tengo que decir que yo, por suerte, tuve una madre extraordinaria en educarme en eso de amar mi cuerpo de mujer.
Me acuerdo que una de las charlas más bellas que me dio fue para contarme que me iba a venir la regla y me explicó cómo mi cuerpo iba a cambiar y se iba a desarrollar e iba a tener esta capacidad de dar vida.
Yo salí del cuarto de mi mamá sintiéndome muy apenada por mis hermanos que nunca iban a tener la regla.
Ni la menopausia…
(Risas)
Cuando yo cumplí como 60 años, me dije qué absurdo decir que las mujeres estamos acabadas a los 60 años, si yo me siento maravillosamente bien.
Les tengo que leer el poema “Menopausia”, ¿vale?
Claro…
No la conozco / pero, hasta ahora, / las mujeres del mundo la han sobrevivido. / Sería por estoicismo / o porque nadie les concediera entonces / el derecho a quejarse / que nuestras abuelas / llegaron a la vejez / mustias de cuerpo / pero fuertes de alma. / En cambio ahora / se escriben tratados / y, desde los treinta, / empieza el sufrimiento / el presentimiento de la catástrofe.
El cuerpo es mucho más que las hormonas, / menopáusica o no, / una mujer sigue siendo una mujer; / mucho más que una fábrica de humores / o de óvulos. / Perder la regla no es perder la medida, / ni las facultades; / no es meterse cual caracol / en una concha / y echarse a morir. / Si hay depresión, / no será nada nuevo; / cada sangre menstrual ha traído lágrimas / y su dosis irracional de rabia. / No hay pues ninguna razón / para sentirse devaluada.
Tirá los tampones / las toallas sanitarias. / Hacé una hoguera con ellas en el patio de tu casa. / Desnúdate. / Bailá la danza ritual de la madurez. / Y sobreviví / como sobreviviremos todas”.
Esa especie de llamado al empoderamiento que haces en el poema se plasma con mucha agudeza y humor en otra de tus novelas, “El país de las mujeres”, donde las protagonistas fundan el PIE, Partido de la Izquierda Erótica. ¿De dónde nace esa idea?
“El país de las mujeres” está basado en una realidad de cuando triunfa la revolución de 1979 y las sandinistas nos damos cuenta de que los sandinistas no van a hacer nada por nosotras, y que si queremos que se logren las cosas que habíamos querido para las mujeres, teníamos que empezar a movernos nosotras.
Entonces, un grupo de mujeres que estábamos en algunas posiciones intermedias importantes, comenzamos a juntarnos clandestinamente y hacíamos planes que cada una de nosotras llevaba a cabo en su trabajo. Yo trabajaba en la radio y televisión, otra en el periódico, otra en la Asamblea Nacional.
Eran reuniones en que definíamos estrategias, pero también nos divertíamos y es en ese contexto que creamos en broma el Partido de la Izquierda Erótica.
Pasaron los años, cada una siguió sus propios caminos, pero a mí se me quedó la idea de que era un argumento bonito para una novela sobre lo que podemos hacer las mujeres, pero que no fuera seria, sino que tuviera humor.
Y en efecto el PIE llega al poder…
Sí, logran ganar las elecciones después de que hay una erupción volcánica y los gases que emanan afectan los niveles de testosterona de los hombres. Entonces votan por una mujer.
Claro que después le hacen un atentado. Así comienza el libro: cuando le pegan un tiro a la presidenta.
Las acciones del PIE desestabilizan a los hombres...
Claro, porque lo primero que las mujeres del Partido de Izquierda Erótica hacen cuando asumen el poder es mandar a los hombres del Estado a la casa, diciéndoles que hasta ese día ya han trabajado mucho. Por todos.
Porque las mujeres del gabinete entienden muy pronto que para que la nueva forma de gobernar funcione la tienen que ejercer solas, sin que se meta ningún hombre, así que los mandan a descansar y a conocer la vida doméstica.
Pero es algo transitorio, de seis meses.
Y son muy consideradas. Hasta les pagan.
Sí, claro, les pagan todo. Como debe ser.
También hacen un programa de televisión, un reality de los campeones domésticos: quién plancha mejor, cocina mejor, limpia mejor, cuida a los niños mejor.
Y el hombre que gana dice que hacer las cosas no es tan difícil, lo malo -reconoce- es que hay que hacerlas todos los días. ¡To-dos-los-días!
Entonces, aunque la novela es divertida, plantea una cosa que yo creo que es fundamental, y es que vivimos en un mundo organizado por los hombres: el trabajo y los esquemas sociales están organizados por ellos. Y la verdad es que no podemos lograr una sociedad diferente mientras las mujeres no participemos en su organización.
Si nos ponemos a pensar, la vida laboral por ejemplo todavía está hecha para hombres que tienen esposas. Y cuando las mujeres entramos a trabajar nos toca el doble de trabajo.
Cómo atender a los hijos y el hogar sin que esto signifique desventajas y la interrupción o fin de la vida laboral de la mujer es el reto no resuelto de la sociedad moderna.
Es verdad que afortunadamente muchas cosas están cambiando, pero el libro más o menos lo que plantea es cómo cambiar la naturaleza del poder, porque si bien es cierto que hay mujeres que llegan al poder, llegan a cumplir el patrón masculino y necesitan demostrar que son tan hombres como el más hombre, ¿no? Eso para empezar.
Entonces la idea es cómo cambias la mentalidad.
Justamente el libro reivindica la sensibilidad femenina como una característica positiva en los espacios de poder, algo que suele tacharse de negativo en esas esferas. La materia gris de la mano de las tan vilipendiadas hormonas. De hecho, uno de los objetivos principales del gobierno es la felicidad.
Sí, ellas dicen, nosotras no queremos socialismo, ni comunismo, ni capitalismo, queremos la felicidad. Y crean una ideología nueva que se llama el felicismo.
Ahí tiene un rol central la ética del cuidado que tenemos las mujeres, que es muy fuerte, como quedó muy claro con lo que acabamos de vivir con la pandemia. La importancia que tiene el cuidado y la poca importancia que se le da en la realidad.
Miremos quiénes la manejaron mejor. Las mujeres. La Angela Merkel, la primera ministra de Finlandia, la de Noruega, la de Nueva Zelanda. Porque existe ese impulso de cuidar, ¿no?
Entonces, las mujeres del libro dicen no somos ciudadanos, sino cuidadanos y necesitamos crear una especie de cuidadanas y cuidadanos que cuidemos la tierra, la gente, la felicidad, y no el Producto Interno Bruto.
Estamos hablando de mujeres que usan todos los clichés domésticos, que dicen nosotras vamos a limpiar el país, le vamos a sacar brillo, lo vamos a barrer, vamos a dejarlo nítido, pero también son guapísimas, son muy agradables de ver. La presidenta es muy pechugona y ella le saca partido a eso. No se esconden, son mujeres orgullosas de ser quienes son.
¿Nunca pensaste en fundar el PIE en el mundo real?
Jajaja… Yo sueño con ese partido, pero necesitamos muchos hombres que sean miembros honorarios también.
Ya tenemos el slogan del libro que era, “Únete al PIE y no sigas metiendo la pata”, y la bandera blanca con un piececito con las uñas pintadas de rojo.
¿Terminamos con “Mujer irredenta”?
Este poema es de un tema del que yo empecé a escribir muy joven, como a los 20 años, y por el que recibí muchas críticas, porque muchos vieron como algo escandaloso que yo publicara poesía celebratoria del ser mujer, de mi cuerpo…
¡Calla, mujer! me ordenan / No nos aburras más con tu lujuria. / Vete a la habitación. / Desnúdate. / Haz lo que quieras. / Pero calla. / No lo pregones a los cuatro vientos.
Una mujer es frágil, leve, maternal; / en sus ojos los velos del pudor / la erigen en eterna vestal de todas las virtudes. / Una mujer que goza es un mar agitado / donde sólo es posible el naufragio.
Cállate. No hables más de vientres y humedades. / Era quizás aceptable que lo hicieras en la juventud. / Después de todo, en esa época, siempre hay lugar para el desenfreno. / Pero ahora, cállate.
Ya pronto tendrás nietos. / Ya no te sientan las pasiones. / No bien pierde la carne su solidez / debes doblar el alma / ir a la Iglesia / tejer escarpines / y apagar la mirada con el forzado decoro de la menopausia.
Me instalo hoy a escribir / para los Sumos Sacerdotes de la decencia / para los que, agotados los sucesivos argumentos, / nos recetan a las mujeres la vejez prematura / la solitaria tristeza / el espanto precoz a las arrugas.
¡Ah! Señores, no saben ustedes / cuánta delicia esconden los cuerpos otoñales / cuánta humedad, cuánto humus / cuánto fulgor de oro oculta el follaje del bosque / donde la tierra fértil / se ha nutrido de tiempo…