El desalojo se produjo ante un hipotético terremoto de magnitud 7,5, que en Ciudad de México supone la activación de la “alerta sísmica”, estruendosa alarma que se dispara un minuto antes de que se sienta el temblor.
“Inauguramos una tradición cómica de prepararnos y que suceda algo”, dijo a la AFP Édison Paz, asistente de dirección de 26 años, mientras esperaba a que concluyera el protocolo de evacuación de las autoridades de la capital.
Paz vivió el terremoto del 19 de septiembre de 2017, de magnitud 7,1 y que dejó 360 fallecidos. El fenómeno ocurrió poco después de un simulacro de sismo.
Ese día se conmemoraba el terremoto del 19 de septiembre de 1985, que dejó unos 10.000 muertos y devastó Ciudad de México.
El joven también experimentó el año pasado un temblor de 7,7, que sobrevino igualmente el 19 septiembre con saldo de dos fallecidos, minutos después del simulacro anual que evoca la tragedia de 1985.
“Recuerden que un simulacro en Ciudad de México significa ‘ensayo para el sismo que ocurrirá unas horas más tarde'”, escribió este miércoles con sorna un usuario de Twitter.
De hecho, la noche del martes se produjo un temblor de magnitud 5,1, sin víctimas ni daños.
A juicio de algunos capitalinos, el temor que despiertan estas casualidades está detrás del cambio de fecha del simulacro, que en todo caso se programó para el 19.
“Deberíamos abrazar el hecho de que va a pasar algo, pero no por eso dejar de hacer el protocolo”, considera Paz.
Para Roberto Ruiz, ingeniero en nuevas tecnologías de 52 años, que ha experimentado “muchos” sismos, son “solo coincidencias” que nada tienen que ver con el comportamiento de la naturaleza.
“No me acompaña ese temor (de que tiemble tras el simulacro). Sí escuché en la televisión que cambiaron la fecha porque las coincidencias que se dieron en septiembre estresan mucho a la gente (…). Somos un pueblo supersticioso”, comenta.
Los simulacros buscan preparar a la población ante la posibilidad de un terremoto que podría traer graves consecuencias a Ciudad de México y su zona metropolitana, donde viven unos 22 millones de personas.
En México, la mayoría de estos fenómenos se originan en el Pacífico, lo que ha permitido desarrollar el sistema de alerta en el centro del país.
El sonido de la alarma viaja a mayor velocidad que las ondas sísmicas y advierte sobre un movimiento telúrico de alta magnitud.
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