Un Hospital de Musa Qala en el sur de Afganistán es muestra de la crisis humanitaria que vive el país a un año del regreso al poder de los talibanes.
El mes pasado el Centro de Salud se vio forzado a cerrar sus puertas, salvo para las personas sospechosas de estar infectadas por cólera.
“Tenemos 550 pacientes. Son muchos. Decidimos interrumpir otros servicios, controlar el cólera y dar seguimientos a nuestros pacientes en las salas. No tenemos espacio”, dijo el jefe del Hospital, Ehsanullah Rodi.
Los talibanes tomaron el poder en Afganistán el 15 de agosto de 2021 aprovechando la retirada precipitada de las fuerzas extranjeras dirigidas por Estados Unidos.
Un año después, la violencia disminuyó, pero la pobreza se agudizó acentuada por la sequía y el aumento de precios desde la invasión en Ucrania por parte de Rusia.
Los problemas económicos empezaron mucho antes del regreso talibán, muchos denuncian que el gobierno anterior estaba plagado de corrupción.
Los apoyos dejaron de llegar a Afganistán. Estados Unidos congeló los 9 mil 500 millones de dólares de activos del banco central, el sector financiero se hundió y la ayuda extranjera, que representaba el 45% del PIB del país, se interrumpió repentinamente.
La ayuda humanitaria llegó ante crisis como el terremoto de junio, que mató a más de 1.000 personas y dejó a decenas de miles sin hogar.
El hospital, gestionado conjuntamente por el Ministerio Afgano de Salud y la ONG Médicos Sin Fronteras, sigue batallando para atender a sus pacientes.