Culiacán, Sinaloa.– En el marco del Mes del Orgullo, Radio Sinaloa da voz a historias que inspiran, como la de Alaska Maldonado, una mujer trans sinaloense cuya vida ha sido marcada por el dolor, la transformación y, sobre todo, la resiliencia.
Desde pequeña, Alaska comenzó a notar que sus gustos eran distintos a los de otros niños.
Mientras sus compañeros jugaban con carritos, ella prefería las muñecas.
”Esa sensación de sentirme en aquellos años mujer o una niña, era una sensación que yo no entendía, es la típica historia que te cuentan que a los seis años todos querían jugar con carritos y yo quería jugar con muñecas eso es real, los otros niños querían jugar a las correteadas a las luchas y yo quería jugar brinca mecate, yo quería armar casitas, pero yo me preguntaba porque quería hacerlo si los otros niños eran distintos. Llega a la adolescencia y cuando comienzas a desarrollarte cuando comienzas a vivir y todos empiezan a tener ciertos cambios, yo me di cuenta que los cambios que yo tenía a mí no me gustaban yo quería vestirme como ellas y eso ocurrió la primera vez a los 14 años, me vestí a los 14 años y cuando yo lo hice, yo me sentí que eso era yo, pero me dio miedo impresionante y te lo cuento así el tener que enfrentar una sociedad sin saber, porque ellos sentía eso y enfrentarme a esa forma”.
Conforme crecía, también incrementaba la confusión y la discriminación. En la preparatoria, mientras estudiaba y trabajaba para sostenerse, se le presentó una oportunidad de convertirse en Alaska.
Sin embargo, esa posibilidad vino acompañada de un entorno que no esperaba: ingresó al mundo de la prostitución, siendo ese el único espacio donde se le permitía expresar su identidad.
”Yo trabajaba en un centro comercial para sustentar ciertas cosas y ahí fue cuando conocí a unas muchachas y me dijeron, oye ¿cuántos años tienes? en aquellos años fue 19 años y me dijeron te ves muy bien, no te gustaría para un show arreglarte como mujer y yo dije obviamente cuando ellas me dijeron eso, en mí se activó en un yo soy eso, sin embargo, no fue precisamente para hacer un show, si me fui con ellas, me arreglé, pero cuando me arreglaron y quiero expresar tratar de rescatar ese momento, porque cuando yo me vi frente al espejo, dije esa soy yo, pero no hay sensación más placentera y de encuentro que esta. Empezó una serie de cosas esa primera noche y yo no sabía que me habían arreglado, así que tenía que pagar el favor prostituyéndome, inicié en el mundo de la prostitución, esa etapa de prostitución era tan complicada conmigo, que cuando me dijeron quieres probar tal droga, acepté hacerlo”.
Y lo hizo, Alaska logró salir del mundo de las adicciones, se mantuvo firme durante su proceso de rehabilitación, su convicción de crecer profesionalmente la llevó a graduarse como psicóloga.
”Pero algo muy importante, yo en lugar, a diferencia de ellas, que cualquier cosa iban ahorrando para empezar a transformar y yo iba ahorrando y estudiado un curso o incluso dije, yo quiero una carrera en mi vida, me decían, no estudia para maquillaje y yo dije todas estudian eso, yo quiero ser alguien en la vida”.
Hoy, con más de diez años libre de consumo, dedica su vida a ayudar a mujeres en centros de rehabilitación, muchas de ellas que han sido víctimas de violencia, estigmas y exclusión social.
”El psicoanálisis con las muchachas ponen en toda la habitación de mujeres, yo trabajé más de cinco años para el equipo de “libérate mujer, te recuperaste”, en noroeste, un saludo si alguno de ellos me escucha, donde vimos cosas impresionantes desde el niño interior, el resentimiento desde el por qué, qué hay detrás del por qué me drogo. Cuando yo hacía esas dinámicas con ellas, porque había dinámicas, son más internas que cuando llegaba esa parte les afectaba, verla en una catarsis y decir tienes que sanarlo, tienes que perdonarte, era como una adrenalina, nada más es decir gracias Dios por esta oportunidad, de poder contribuir lo que algún día dijeron que no me iba a servir que no era para una mujer trans el poder ejercerlo”.
A pesar de su preparación, Alaska reconoce que encontrar trabajo como psicóloga ha sido uno de sus mayores retos debido a los prejuicios que aún persisten hacia las personas trans, sin embargo, ha encontrado en su labor comunitaria una forma de transformar el dolor en servicio.
”Que no haya límites para ser ustedes mismas, que nada les limite y sobretodo ustedes eligen si ser sometidas a lo que el mundo te enseña como verdad o vivir siendo quién eres sin entrar en confrontación con un bienestar”.
Alaska Maldonado es hoy un símbolo de empatía, fortaleza y superación.
Su historia compartida es un llamado a construir una sociedad más incluyente y consciente del valor de cada persona, más allá de etiquetas.