La caña de azúcar (Saccharum officinarum) es, sin duda, uno de los cultivos más importantes del planeta, y en México, desde su llegada en la época Colonial, ha sido un pilar de la economía y la tradición. Su primera plantación tuvo lugar en Veracruz, estado que actualmente lidera la producción nacional con más del 38% del total, seguido por Jalisco y San Luis Potosí. En total, se cultiva en 848 mil hectáreas del territorio mexicano, generando más de 56 millones de toneladas al año, de las cuales 6 millones se destinan a la producción de azúcar.
La caña es mucho más que azúcar. Este cultivo se utiliza como abono, alimento animal, para la fabricación de papel y la obtención de alcohol industrial y bebidas alcohólicas. Además, su capacidad para convertir la energía solar en biomasa la posiciona como una fuente energética económica y sostenible.
En la temporada decembrina, la caña de azúcar cobra un papel especial en las tradiciones mexicanas. Es protagonista en los ponches navideños, aportando dulzura y un aroma único que acompaña las reuniones familiares. También es un elemento imprescindible en las posadas, donde los trozos de caña alegran las piñatas y los recuerdos de estas fiestas.
Las variedades cultivadas en México, como la criolla, cristalina, violeta y veteada, aportan diversidad y riqueza a la producción. Gracias al trabajo de miles de productores en todo el país, la caña de azúcar sigue siendo símbolo de historia, tradición y sabor en nuestras mesas y celebraciones.
Con cada trozo de caña, celebramos la herencia cultural y el esfuerzo de quienes trabajan el campo, recordando que detrás de cada bocado dulce hay una historia de dedicación y amor por México.
Con información de Agronoticias.