Una de cada seis personas en el mundo se siente sola, según un estudio reciente de la Organización Mundial de la Salud. Las razones son diversas y el problema es complejo. Pero existen soluciones.
La soledad puede afectar a cualquier persona, de todas las edades y regiones. Con la pandemia de COVID-19, la experiencia colectiva del aislamiento social ha sensibilizado a la población mundial sobre este problema.
Pero ¿qué hacemos ahora, sabiendo que una de cada seis personas en el mundo sufre de soledad? La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte sobre las consecuencias para la salud, como la depresión, la hipertensión arterial y los trastornos del sueño. Otros señalan posibles consecuencias sociales.
La socióloga Claudia Neu, de la Universidad de Gotinga, por ejemplo, ha demostrado en un estudio la conexión entre la soledad y el desarrollo de actitudes antidemocráticas. “No se trata de una conexión causal. No significa que una persona solitaria sea propensa a radicalizarse, ni que todos los radicales se sientan solos de repente, pero sí hemos establecido una conexión estadística”, declaró Claudia Neu a DW.
Espacios sociales: ¿Cómo reconectamos?
Los personas son seres sociales y sufren mucho cuando no pueden satisfacer su necesidad de sentirse parte de una comunidad. La vida cotidiana en las sociedades modernas ha cambiado. Muchos lugares de encuentros físicos han desaparecido en los últimos años, debido al teletrabajo, las compras en línea y, sobre todo, las plataformas de redes sociales en las que la gente pasa mucho tiempo. Esta tendencia no tiene marcha atrás, afirma Claudia Neu. Sin embargo, la cuestión aquí es, ¿en qué tipo de sociedad queremos vivir?
“Estamos más conectados que nunca”
Mucha gente subestima el impacto positivo que pueden tener incluso las interacciones cotidianas breves, afirma Inga Gertmann, de la organización More in Common, dedicada al tema de la cohesión social. Su observación:
“Hoy en día, estamos más conectados que nunca con familiares y amigos. Y también estamos más conectados con personas afines, por ejemplo, en el espacio digital, donde la gente puede reunirse, y aunque esté físicamente distanciada, comparte puntos de vista similares. Lo que cada vez faltan más son los encuentros cotidianos, las interacciones casuales con personas que, incluso, pueden ser diferentes a nosotros”.
Recrear estos espacios de encuentros cotidianos e informales, de forma novedosa, es una tarea importante. Claudia Neu comparte esta opinión:
“La falta de oportunidades puede hacernos sentir solos. Si no tengo la oportunidad de conocer gente en persona, es más probable que me sienta sola”.
“Tenemos que aprender a tolerarnos de nuevo”
Si la vida cotidiana desaparece como lugar de encuentro, esto también tiene consecuencias para la sociedad en su conjunto: los entornos sociales se aíslan cada vez más, lo que fomenta la división social, afirma Claudia Neu. “Los matrimonios, los barrios y las clases sociales se vuelven más homogéneos”. Esto, a su vez, se traduce en que ”ya no tengo la sensación de desigualdad social, porque todos a mi alrededor son como yo”. Los lugares, donde aún se reúnen personas de diferentes orígenes sociales, son aún más importantes.
“Si desaprendemos el conflicto, desaprendemos la capacidad de cambiar de perspectiva y de participar en el diálogo social sobre cómo queremos realmente vivir juntos ahora y en el futuro”, explica. “Tenemos que aprender a tolerarnos de nuevo”, aclara.
Todos somos sociedad
Existen factores que fomentan la soledad. El informe de la OMS también lo demuestra. La guerra, la pobreza, la violencia y las desgracias personales son factores de riesgo claramente identificados. Pero es aún más importante establecer contactos donde sea posible, afirma Claudia Neu.
Incluso si se trata simplemente de “ir en coche a otra parte de la ciudad y sentarnos en un café o tal vez comer un kebab”, añade. “Todos somos sociedad”, afirma, y todos podemos contribuir a sentirnos menos solos.