Jeremy dormía en una habitación que miraba hacia la Calle 8, donde la música del bailadero más cercano se filtraba a través de las ventanas a las 3:00 de la mañana, como cualquier otra madrugada de domingo en el barrio Cristo del Consuelo, al sureste de Guayaquil.
Tras escuchar una ráfaga de disparos, su madre Roxana lo llamó a gritos para prevenirlo.
El niño de 7 años se levantó de un salto y se dejó guiar por Roxana para abandonar la casa familiar ubicada en los márgenes del Estero Salado, un brazo de mar proveniente del océano Pacífico, en la costa suroeste de Ecuador.
Voces de la calle presagiaban una bomba.
Mientras bajaban por las escaleras, un estruendo sacudió la casa. Luego Jeremy divisó el fuego.
Mientras bajaban por las escaleras, un estruendo sacudió la casa. Luego Jeremy divisó el fuego.
“Mami, levántese”
Cuando Nayelis llegó media hora después, descubrió que el fuego consumía la fachada de la casa donde vivía con su hija, su madre, su abuela y su hermano Jeremy.
Mientras corría en dirección opuesta a las personas que escapaban de la explosión, la joven de 21 años encontró a Roxana tirada en el suelo.
“Mami, levántese”, dijo mientras la sacudía. El rostro de Roxana estaba impregnado de sangre. “¡Llamen a una ambulancia!”, gritó a los agentes de la Policía Nacional que custodiaban el lugar, aunque sabía que su madre estaba muerta.
Rodeada por heridos y escombros, Nayelis avistó a Jeremy en una esquina. Aturdida por el temor de perderlo también, lo revisó cuidadosamente para evitar causarle más daño.
Jeremy tenía la cara cubierta de sangre, un hueco en la cabeza y otro en el brazo.
“Estaba como traumado. Yo le hablaba pero no me escuchaba, hacía como si no me conociera”, contó Nayelis a BBC Mundo tres semanas después del estallido. “Perdí a mi mami y mi casa por la bomba. Si hubiese dormido allí esa noche, quizás estaría muerta”.
Imágenes e información brindada por https://www.bbc.com/mundo