Más del 40% de los chilenos (unos ocho millones) vive en Santiago, una metrópoli de alta densidad y contaminación, exceso de autos y residuos, insuficientes áreas verdes y fuertes inequidades. “Somos muy vulnerables a los impactos del cambio climático, como el calor extremo. Y además nuestra infraestructura y construcciones son poco resilientes”, dice la arquitecta y urbanista Cristina Huidobro.
En marzo pasado fue nombrada Chief Heat Officer (CHO), jefa de Acción contra el Calor Extremo, por el gobernador de la Región Metropolitana de Santiago, Claudio Orrego. El cargo surge en el contexto de la alianza de ciudades líderes contra el calor extremo, organizada por el Centro de Resiliencia de la Fundación Rockefeller.
Santiago de Chile es la cuarta ciudad del planeta y la primera de América Latina en tener una encargada en este tema, después de Miami, Atenas y Freetown (capital de Sierra Leona). En junio se sumó Monterrey, México. Y, coincidentemente, todas son mujeres. “Es necesario tener una mirada distinta en la acción climática y las mujeres podemos ser un gran aporte. Este tema también va de la mano con la vulnerabilidad y el género. En Freetown, por ejemplo, hay proyectos para dar sombra a las mujeres que trabajan en mercados informales, que están muy expuestas”, afirma Huidobro.
En Santiago, las mediciones de temperatura despiertan preocupación. El verano de 2015, la estación meteorológica de Quinta Normal registró la ola de calor más larga, de 14 días, con una máxima de 36,2 grados. Y mientras entre 2001 y 2010 hubo 38 olas de calor, de 2011 a 2020 ocurrieron 81, según datos de la Dirección Meteorológica de Chile.
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