Culiacán, Sinaloa.- Velas encendidas, flores de cempasúchil, pan de muerto y retratos que parecen sonreír.
En cada altar, la vida y la muerte dialogan. Más que una tradición, el altar de muertos es un símbolo de amor, recuerdo y esperanza que cada año transforma los hogares mexicanos en templos de memoria.
El historiador Francisco Padilla explica que este ritual tiene raíces que se remontan a las culturas prehispánicas, las cuales ya honraban a sus difuntos con ofrendas de alimentos, flores y objetos personales.
Expresó que el altar de muertos representa la conexión espiritual entre quienes estamos aquí y quienes ya trascendieron.
“Pero básicamente la tradición del día de muertos es un sincretismo, qué significa que ahí se combinan elementos prehispánicos de la cultura prehispánica y elementos que trajo la cultura occidental española. Entonces por eso la cruz es una religión occidental, el símbolo del cristianismo. La veladora si tiene que ver con el cristianismo, pero tiene que ver con la religión prehispánica, pero acá era el ocote, las teas que ponían en los templos ellos también”.
Cada objeto tiene un significado profundo que busca guiar el alma de los muertos en su regreso al mundo de los vivos.
El agua, por ejemplo, simboliza la pureza y calma la sed del espíritu después de su largo viaje. El fuego de las velas ilumina el camino de regreso; el pan de muerto representa el cuerpo físico y la generosidad; mientras que el cempasúchil, con su color intenso y aroma inconfundible, marca la ruta del alma hacia su altar.
Francisco Padilla destaca que los altares también reflejan la identidad de cada familia, ya que incluyen fotografías, platillos favoritos del difunto y objetos que evocan su vida cotidiana.
“Pero igual la veladora, pues ya ves que la veladora anuncia en el camino del muerto o al regreso el camino de ida y vuelta. Los alimentos, la mayoría eran los alimentos que le gustaban a los muertos, si les gustaba el alcohol también le ponen una cerveza o un tequila, si tocaba guitarra o le gustaba la música y le ponen una guitarra o le llevan música, porque es a sus gustos, básicamente lo que consumían, de lo que gozaban”.
En México, el Día de Muertos no es un adiós, sino un reencuentro donde la nostalgia se convierte en fiesta.
Frente al altar, el silencio y la música se mezclan, recordándonos que la muerte solo cambia su forma de estar presente.