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En­cuen­tran la pri­me­ra evi­den­cia prehis­tó­ri­ca del sín­dro­me de Tur­ner, hace unos 2.500 años

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Europa.- El sín­dro­me de Tur­ner es un tras­torno ge­né­ti­co que afec­ta al desa­rro­llo de las ni­ñas. Aho­ra, a par­tir de ADN an­ti­guo, un equi­po cien­tí­fi­co ha iden­ti­fi­ca­do a la pri­me­ra per­so­na prehis­tó­ri­ca con esta afec­ción, que vi­vió hace unos 2.500 años.

En con­cre­to, esta jo­ven de una edad es­ti­ma­da de en­tre 18 y 22 años pa­de­ció sín­dro­me de Tur­ner mo­sai­co, que ocu­rre cuan­do fal­ta par­cial o com­ple­ta­men­te uno de los cro­mo­so­mas X en al­gu­nas cé­lu­las (no to­das).

A par­tir de ADN an­ti­guo iden­ti­fi­ca­ron a la pri­me­ra per­so­na prehis­tó­ri­ca en pa­de­cer Sín­dro­me de Tur­ner que vi­vió hace unos 2.500 años.

Los de­ta­lles del tra­ba­jo se pu­bli­can en la re­vis­ta Com­mu­ni­ca­tions Bio­logy, en un ar­tícu­lo en el que tam­bién se des­cri­ben ca­sos de per­so­nas con los sín­dro­mes de Ja­cob y de Kli­ne­fel­ter, ano­ma­lías asi­mis­mo cro­mo­só­mi­cas pero que en este caso afec­tan a los hom­bres.

Los res­pon­sa­bles de la in­ves­ti­ga­ción son cien­tí­fi­cos del Ins­ti­tu­to bri­tá­ni­co Fran­cis Cri­ck, en co­la­bo­ra­ción con la Uni­ver­si­dad de Ox­ford, la Uni­ver­si­dad de York y Ox­ford Ar­chaeo­logy, que desa­rro­lla­ron una nue­va téc­ni­ca para me­dir con ma­yor pre­ci­sión el nú­me­ro de cro­mo­so­mas en ge­no­mas an­ti­guos.

El equi­po uti­li­zó el mé­to­do para ana­li­zar el ADN an­ti­guo de un gran con­jun­to de da­tos de in­di­vi­duos e iden­ti­fi­có a cin­co per­so­nas cu­yos cro­mo­so­mas se­xua­les no co­rres­pon­dían a las ca­te­go­rías XX (mu­je­res) o XY (hom­bres). To­dos ellos fue­ron en­te­rra­dos se­gún las cos­tum­bres de su so­cie­dad, aun­que no se en­con­tra­ron con ellos per­te­nen­cias que arro­ja­ran más luz so­bre sus vi­das.

El Ins­ti­tu­to Fran­cis Cri­ck re­cuer­da en un co­mu­ni­ca­do que la aneu­ploi­día se pro­du­ce cuan­do las cé­lu­las de una per­so­na tie­nen un cro­mo­so­ma de más o de me­nos, y si esto ocu­rre en los cro­mo­so­mas se­xua­les pue­den ob­ser­var­se al­gu­nas di­fe­ren­cias como un re­tra­so en el desa­rro­llo o cam­bios en la es­ta­tu­ra en torno a la pu­ber­tad.

Me­dian­te la me­di­ción pre­ci­sa de es­tos cro­mo­so­mas, los cien­tí­fi­cos pu­die­ron mos­trar la pri­me­ra evi­den­cia prehis­tó­ri­ca del sín­dro­me de Tur­ner hace 2.500 años y la pri­me­ra in­ci­den­cia co­no­ci­da del sín­dro­me de Ja­cob -un cro­mo­so­ma Y de más (XYY)- hace unos 1.200 años.

Ade­más, en­con­tra­ron a tres per­so­nas con sín­dro­me de Kli­ne­fel­ter -ca­rac­te­ri­za­do por un cro­mo­so­ma X de más (XXY)- y a un bebé con sín­dro­me de Down de la Edad de Hie­rro.

El aná­li­sis de­ter­mi­nó que aun­que los tres in­di­vi­duos con Kli­ne­fel­ter vi­vie­ron en épo­cas muy dis­tin­tas, com­par­tían al­gu­nas si­mi­li­tu­des: to­dos eran li­ge­ra­men­te más al­tos que la me­dia y mos­tra­ban sig­nos de re­tra­so en el desa­rro­llo pu­be­ral.

Al in­ves­ti­gar los de­ta­lles de los hue­sos, se pudo ver que era poco pro­ba­ble que la jo­ven con sín­dro­me de Tur­ner hu­bie­ra pa­sa­do por la pu­ber­tad y co­men­za­do a mens­truar, a pe­sar de que su edad es­ti­ma­da era de 18-22 años.

«Es di­fí­cil ha­cer­se una idea com­ple­ta de cómo vi­vían es­tos in­di­vi­duos e in­ter­ac­tua­ban con su so­cie­dad, ya que no se en­con­tra­ron con po­se­sio­nes (…), pero pue­de per­mi­tir ha­cer­se una idea de cómo ha evo­lu­cio­na­do la per­cep­ción de la iden­ti­dad de gé­ne­ro a lo lar­go del tiem­po», re­su­me Ka­kia Anas­ta­sia­dou, del la­bo­ra­to­rio de Ge­nó­mi­ca An­ti­gua del Cri­ck.

Método para afinar en el análisis

Las mues­tras an­ti­guas de ADN pue­den ero­sio­nar­se con el tiem­po y con­ta­mi­nar­se con el ADN de otras o de las per­so­nas que las ma­ni­pu­lan, lo que hace di­fí­cil cap­tar con pre­ci­sión las di­fe­ren­cias en el nú­me­ro de cro­mo­so­mas se­xua­les.

El equi­po del Cri­ck desa­rro­lló un mé­to­do compu­tacio­nal para cap­tar más va­ria­cio­nes en es­tos cro­mo­so­mas; con­sis­te en con­tar el nú­me­ro de co­pias de los cro­mo­so­mas X e Y y com­pa­rar el re­sul­ta­do con un va­lor de re­fe­ren­cia pre­vis­to.

Lo uti­li­zó para ana­li­zar el ADN an­ti­guo de un gran con­jun­to de da­tos de in­di­vi­duos re­co­gi­dos como par­te del pro­yec­to Mil Ge­no­mas An­ti­guos Bri­tá­ni­cos a lo lar­go de la his­to­ria de Gran Bre­ta­ña.

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