Culiacán, Sinaloa.- Con cuatro piezas alusivas al paisaje, la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes volvió al escenario del Teatro Pablo de Villavicencio con el programa Madre Tierra, la fuerza de la naturaleza, dentro de la Temporada de Otoño 2024 y bajo la dirección del Mtro. Eduardo García Barrios, el cual se mudó a las 17:00 horas con lo que congregó a una aceptable cantidad de público.
El programa será replicado este domingo 22 a las 12:30 horas en el Teatro Lince de la Universidad Autónoma de Occidente dentro del programa de festejos por el aniversario de Culiacán, en una función abierta a toda la ciudadanía.
Al presentar el programa, el Mtro. García Barrios comentó que para un artista es fundamental trabajar para comunicar con el público y aunque hay momentos difíciles, en que nos llenamos de miedo ante circunstancias que nos rebasan, aquí estamos, haciendo música y hacerlo con uno de los temas capitales, que en los últimos dos milenos ha sido parte de la música, que es la naturaleza, el paisaje.
Comentó que muchísimos compositores han recurrido a la Naturaleza, a la Madre Tierra, para crear sus obras, mostrándonos como ven ellos esas fuerzas.
Y comenzó con el poder del mar, del mundo submarino, en Arrecifes, de Gina Enríquez, compositora mexicana, quien nos muestra una pieza cuyos acordes fluyen, van y vienen vigorosos como oleajes, para estrellarse contra el arrecife, que sin embargo se mantiene firme.
Siguió con el primer movimiento de la Sinfonía No. 6 “Pastoral”, de Ludwig van Beethoven, en la que el autor recrea sus cotidianos paseos por los bosques de Viena y que García Barrios consideró la obra más representativa de las fuerzas de la naturaleza, y una pieza que han recreado otros creadores –como Disney en la película Fantasía-.
Luego, Tierra de temporal, de José Pablo Moncayo, un poema sinfónico, inspirada en los altos de Chiapas, donde llueve muchísimo pero no hay agua, y basada en la vida campesina y las danzas y cantos del pueblo.
Las Hébridas (o Las grutas del Fingal,) compuesta por el alemán Félix Mendelssohn en 1830, en una visita a las islas Hébridas, en Escocia, e inspirada en el paisaje de esas grutas que a su vez inspiraron leyendas en los antiguos pobladores de la región, y aunque está descrita como una obertura, en realidad es una obra independiente, en la que describe musicalmente sus sentimientos al estar dentro de la gruta, arrullado por el oleaje marino.
Cerró con el célebre Huapango de Moncayo, una pieza harto conocida, basada en tres sones veracruzanos y creada en la juventud del autor, pero que no deja de ser fascinante y de despertar el entusiasmo de quienes la escuchan, con su aire mexicanista que la hace ser considerada como un segundo himno mexicano, por lo representativa.