En tan pocas ocasiones, economistas y asesores gubernamentales han estado tan de acuerdo en que Alemania se enfrentará a un invierno muy duro. Y no hablan precisamente de meteorología sino de economía: el crecimiento se ralentizará y el país entrará en recesión. No es necesario haber estudiado economía para prever algo así, solo basta con tener un poco de sentido común.
Por ejemplo, si se observa la terrible cifra que circuló el martes pasado (20.09.2022): los precios de los productores aumentaron en un casi 46 por ciento con respecto a agosto de 2021. De hecho, esto nunca había sucedido en los 73 años desde que se determina dicho índice. Los precios del productor muestran lo que una empresa tiene que pagar por los productos que quiere procesar y luego vender. Por eso, es un indicador fiable para establecer el curso de la inflación. En este caso, muestra que la inflación hace cada vez más mella en el sistema económico.
Recesión contra la inflación
En todo el mundo, los bancos centrales intentan resistir el drástico aumento de los precios al consumidor y la consiguiente devaluación del dinero. Y la mejor manera de combatir la inflación es reduciendo la presión sobre la economía. Pero esto puede acabar en una recesión como en EE. UU hace 40 años. El entonces muy respetado jefe del Banco Central, Paul Volcker, solo logró combatir la estanflación persistente (es decir, inflación más una economía estancada) al precio de un grave colapso económico. Es previsible que también será así esta vez, porque nos dirigimos hacia una estanflación.
El aumento drástico de los precios se debe a los continuos problemas en las cadenas de suministro, así como a los precios extremadamente altos de la energía. Este es efectivamente un segundo frente abierto por Putin. Durante mucho tiempo nadie quiso creer que utilizaba el petróleo y, sobre todo, el gas como arma. El presidente ruso quiere dividir a Europa y las sociedades. Espera que haya malestar social, que los europeos se enfrenten a sus gobiernos y los culpen de prolongar la guerra al suministrar armas a una Ucrania invadida, hechos que aumentan los precios de la energía.
Una prueba para Europa
Sin embargo, en Berlín, París, Londres y otros lugares, los gobiernos se enfrentan a este mismo escenario usando su poder: franceses y británicos limitan los precios de la energía, y los alemanes nacionalizan los comercios de gas. Al mismo tiempo, la gente en Alemania está tratando de entender qué es un impuesto sobre el gas y si es posible pagar un impuesto adicional de este tipo, además de los terribles precios de la energía. Por supuesto, en Alemania también hay paquetes de ayuda por valor de miles de millones para aliviar un poco a parte de la población, pero no a quienes realmente lo necesitan.
La verdadera prueba de resistencia aún está por llegar, tanto para los alemanes como para los europeos, porque vendrán las grandes demandas de pagos adicionales por gas y electricidad, los altos precios al productor de todos los productos imaginables, las facturas que ya no pueden pagarse y que llevarán a las empresas a la quiebra. En resumen, esta espiral de terror comenzará en realidad a girar el próximo año. El secretario general de la ONU, António Guterres, lo resumió así esta semana: “En el horizonte se avecina un invierno de insatisfacción”.
Ahí es donde entra en juego la solidaridad europea, manteniéndose unidos en el apoyo a Ucrania y contra el belicista del Kremlin. Si Europa sale relativamente ilesa de todo esto el próximo invierno, existe la posibilidad de que la situación mejore. Probablemente con lentitud, pero hay una buena noticia: sin el gas de Putin.