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Una camioneta amarilla estaba aparcada frente a la casa. Si Belén y su esposo no pagaban US$5.000, matarían a su hija de 2 años.
La pareja no podía confirmar si era cierto que los vigilaban. Ambos estaban fuera de casa, en plena firma de un préstamo en el banco.
El hombre que llamó por teléfono tenía acento colombiano. A medida que conversaban, el esposo de Belén notó que su interlocutor pronunciaba incorrectamente los nombres de otros parientes y daba información inexacta sobre la familia. Concluyó que estaba leyendo sus redes sociales.
Belén y su esposo son propietarios de una academia de repostería y una pizzería en Guayaquil, el centro económico de Ecuador.
Una camioneta amarilla estaba aparcada frente a la casa. Si Belén y su esposo no pagaban US$5.000, matarían a su hija de 2 años.
La pareja no podía confirmar si era cierto que los vigilaban. Ambos estaban fuera de casa, en plena firma de un préstamo en el banco.
El hombre que llamó por teléfono tenía acento colombiano. A medida que conversaban, el esposo de Belén notó que su interlocutor pronunciaba incorrectamente los nombres de otros parientes y daba información inexacta sobre la familia. Concluyó que estaba leyendo sus redes sociales.
Belén y su esposo son propietarios de una academia de repostería y una pizzería en Guayaquil, el centro económico de Ecuador.
Los perfiles de sus negocios suman más de 12.000 seguidores en redes sociales. Por ello, Belén pidió mantener a resguardo su verdadera identidad y las señas de sus propiedades para contar esta historia.
“Fuimos a denunciar a la Fiscalía y nos dijeron que no podían hacer nada, habría que esperar a que ocurriera algo más ‘concreto'”, enfatizó como si dibujara las comillas con los dedos.