Culiacán, Sin.- Al entregar el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2024 al poeta Eduardo Saravia en poesía y al escritor Geney Beltrán Félix en cuento, el Dr. Juan Salvador Avilés Ochoa, director general del Instituto Sinaloense de Cultura, expresó que este premio, que data de 1989, se ha fortalecido en los últimos años con un estímulo de 125 mil pesos en cada género, pero además se ha retomado la tradición de editar las obras ganadoras y en esta ocasión no será la excepción.
En el acto, celebrado en el Centro Sinaloa de las Artes Centenario, comentó que para esta edición se recibieron 44 trabajos en la categoría de Cuento y 42 en Poesía, y se refirió a cada uno de los ganadores de este que es uno de los premios más importantes del país en Literatura y que da gran prestigio a quienes lo obtienen, entre ellos a varios escritores sinaloenses.
Al recibir el galardón en narrativa por su libro Mala estrella, Geney Beltrán evocó su adolescencia en Culiacán, donde vive su familia paterna y donde, apenas adolescente de prepa, soñó con ser periodista para después definirse por ser escritor, tomando como sitio de recreo y de aprendizaje los espacios del Centro Cultural Genaro Estrada de Difocur (hoy ISIC).
“Esta noche de hoy tiene para aquel adolescente el sentido de un regreso a casa; estos lugares, el viejo Difocur, la biblioteca Owen, fueron el territorio hospitalario en que la soledad y el desasosiego de un muchacho de quince años entroncaron de modo firme sus caminos con los caminos de la belleza de la literatura y el diálogo y la esperanza del arte”, dijo.
Y se preguntó “¿qué habría sido de mi vocación si no hubieran existido estos acervos a diez cuadras de mi casa? ¿Cómo habría yo avanzado en aquellos senderos de confusión y vacío sin todos aquellos libros, películas, exposiciones y teatro? Por eso nunca estará de más insistir en un deseo: que estos lugares sigan siendo la casa del espíritu, silenciosos remansos para el hambre y la sed, y el amor doloroso a la hermosura –como dice Martí-, de quienes en sus primeros años, en esa estación difícil de la confusa adolescencia, buscan en la escritura o en cualquier arte, la definición, el porqué y el honor de su vida futura”.
A su vez, Eduardo Saravia expresó que escribió el libro La medida de todas las cosas, en 2006, con el título El padre oscuro, el cual aparte de darlo a leer a un amigo que le sugirió enviarlo a concurso, lo consideró demasiado personal, más una catarsis en el conflicto que vivió con su padre desde siempre, por lo que lo relegó hasta extraviarlo.
“Yo odiaba a mi padre; esa fue la razón por la que, en cuanto entré a la Fundación para las Letras Mexicanas, me cambié el apellido, de Domínguez por Saravia”, dijo. Pero al tiempo volvió a aquel que fue su único lector, Christian Peña, y le preguntó sin aún conservaba el libro. “Me lo mandó por correo diciendo que debía revisarlo y concursarlo, porque era el menos malo de mis libros”.
Lo revisó y lo metió a concurso diez veces, y lo siguió revisando y hasta que el año pasado aquel amigo le sugirió cambiar el título: “La medida de todas las cosas me trajo hoy aquí, frente a ustedes, más por la constancia de un lector que por la audacia del autor. Cuando mi amigo leía un libro cuyo tema era el padre, siempre recordaba el mío, como si para él fuera una medida”, dijo.
Ernestina Yépiz, directora de Literatura del ISIC, al leer las actas del jurado, dijo que en Cuentos estuvo integrado por Irma Cecilia Eudave Robles, Juan Alejandro Paniagua Anguiano y Vicente Alfonso Rodríguez Aguirre, quienes otorgaron por unanimidad el premio a la obra Mala Estrella, presentada bajo el seudónimo “Lázaro Ulises”.
”Se trata de un libro que sorprende tanto por la forma como por el fondo. En cuanto a la forma, se advierte un certero manejo de la técnica y un oído muy fino para registrar las distintas hablas sinaloenses (la sierra, el valle, los múltiples ambientes de la ciudad). Algunos de los cuentos tienen finales contundentes y otros presentan finales abiertos, lo que resulta un buen recurso para balancear el libro. En cuanto al fondo, la colección de cuentos toca temas duros pero sin tremendismo”.
En Poesía, el jurado lo integraron Eva Castañeda, Jorge Ortega y Claudina Domingo, que seleccionó La medida de todas las cosas, firmada con el seudónimo Medusa, el cual “destaca por la espontaneidad de su expresión, a un tiempo descarnada, que culmina en una poesía de inusitado carácter genuino que va más allá del lirismo para echar raíces en una escritura despojada que sobresale por su realismo sin atributos y su densidad de emociones encontradas (…)
“El libro explora, por lo demás, la fronteras entre lo público y lo privado, lo íntimo y lo social, tejiendo un relato poético de variadas pulsiones anímicas y psicológicas así como de puntuales implicaciones patrimoniales, que construyen una mitología doméstica a partir de un juego semántico que desarrolla las posibilidades del reflejo monstruoso”.