Hoy hace 33 años que cayó el Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. Lo que es menos conocido es que, cuando eso sucedió, la República Democrática de Alemania (RDA) y España llevaban más de quince años manteniendo relaciones diplomáticas. El primer intercambio de embajadores se produjo todavía bajo el régimen del dictador Franciso Franco, en enero de 1973, hace casi cincuenta años. La efeméride no ha pasado desapercibida para un grupo de investigadores, tanto españoles como alemanes, que presentan este sábado (12.11.2022) el libro ‘La otra Alemania. España y la República Democrática Alemana (1949-1990)’.
“La España de Franco lo que aceptó fue el punto de vista de la República Federal, que era el aliado, y que con la Ostpolitik de Billy Brand [la apertura hacia la Europa del Este] empezó una política mucho más pragmática hacia los países comunistas”, explica a DW José María Faraldo, uno de los editores del libro y autor del capítulo ‘La Stasi y España’. Ese mismo año, en 1973, la RDA ingresó en Naciones Unidas y estableció también relaciones diplomáticas con Francia, el Reino Unido y, al siguiente, con Estados Unidos.
“España tenía un valor simbólico muy importante en los regímenes comunistas, y especialmente en la RDA”, explica Faraldo. Efectivamente, muchos de los mandos del Partido Comunista Unificado (SED), que gobernaba el país, habían luchado en la guerra civil española. Por ejemplo, el primer ministro de la Seguridad del Estado (la Stasi), Wilhelm Zaisser, fue comandante de una de las Brigadas Internacionales bajo el sobrenombre de ‘general Gómez’.
España en la mitología fundacional
En la épica comunista estaba muy presente España, “pero no tanto como para que les mereciera la pena una gran inversión en inteligencia”, afirma Faraldo. “Es verdad que en los años ochenta tenían su ‘residente’ que mandaba multitud de informes, pero era un espía un poco de pacotilla, porque cometía muchísimos errores, y sus jefes de la Stasi no le tenían gran confianza”, explica. Y recuerda que también fue objeto de estrecha vigilancia la Embajada de España en Berlín Oriental, “donde tenían varios topos infiltrados”, señala.
Pero el espionaje en España lo hacía principalmente Moscú. “La sensación es que se dividían el trabajo entre los servicios secretos de los distintos países comunistas, y España, por su importancia por las bases americanas y demás, le correspondía a la Unión Soviética”, aclara el historiador. El principal interés para otros servicios secretos con mayor presencia, como el rumano o el polaco, era el seguimiento de sus propios disidentes políticos exiliados en España. Pero apenas había huidos de la RDA en el país.
Las relaciones entre España y la Alemania comunista no fueron fáciles, y, de hecho, se suspendieron, por ejemplo, en 1975 tras las que acabaron siendo las últimas condenas a muerte de disidentes políticos en la España franquista. Un año antes, murió ajusticiado el anarquista Salvador Puig Antich, al que dio vida en la gran pantalla el actor hispano-alemán Daniel Brühl, conocido por películas como ‘Good bye Lenin’. La ejecución de Puig Antich se hizo coincidir con la de un preso común, conocido como Heinz Chez, que había conseguido escapar de la RDA tras varios intentos, pero en la que no había motivación política.
Hubo otros episodios tensos, como con los intentos de la ya desaparecita ETA de establecer un refugio seguro en la Alemania del Este, el proceso de adhesión de España a la OTAN, o en las no siempre fáciles relaciones entre la RDA y el Partido Comunista Español en el exilio (PCE). Por ejemplo, su secretario general, Santiago Carrillo, trató de convencer a la cúpula del partido de que la apertura de relaciones con la España de Franco no era un castigo al PCE por haber criticado la represión militar de la Primavera de Praga en 1968. Y otorgó el carné de afiliación al partido a Wolf Biermann, el cantautor comunista expulsado de la RDA.
La música como arma de propaganda
El Muro de Berlín lo traspasaban constantemente espías y diplomáticos, pero también la música. Se hacían conciertos a uno y otro lado para que fueran escuchados desde el bando contrario, y los grupos de música pasaban la frontera a escondidas para ofrecer conciertos clandestinos. En otro libro de reciente publicación, ‘Planes para conquistar Berlín’, el periodista David Granda pasó cinco años investigando en los archivos de la Stasi para reconstruir ese ambiente cultural contestatario previo a la caída del muro. “Por supuesto que el punk no derribó el muro, eso es una tontería… pero sí que tuvo su papel”, dice.
En ese contexto de efervescencia tras la expulsión de Biermann, llegó a Berlín Oriental uno de los más destacados cantautores españoles del momento, también vinculado al PCE. “Víctor Manuel aterriza en Berlín Este en el 77 porque lo invitan al Festival Internacional de la Canción Política, que es el festival de mayor proyección internacional de la RDA y su principal espectáculo de masas; tenían en cartel a Mirian Makeba, a Silvio Rodríguez, a Mercedes Sosa…”, explica Granda.
“Y cuando él estuvo allí le abren las puertas de los estudios de grabación Amiga, y sacó el disco ‘Spanien’, con la canción ‘Asturias’, convertida en un himno”, explica Granda. Como curiosidad cabe destacar que “le pagan en marcos orientales, que se tiene que gastar rápidamente en lo que él mismo recuerda como ‘noches de caviar y vinos húngaros’, porque ese dinero no valía nada en España”.
La Stasi no vio venir la caída del muro (ni la suya propia)
En la RDA “la música era monopolio estatal: grabar discos, tocar en público, todo estaba controlado”, cuenta Granda. Se intentaba no dejar espacio a ninguna disidencia cultural. Incluso la escena underground más contestataria estaba infiltrada. “El cantante de Die Vision, el grupo de más éxito de la RDA, era confidente, pero también el de Die Firma, Frank Trötsch, que incluso puso a su banda el nombre con el que la gente se refería informalmente a la Stasi (‘la firma’, ‘la compañía’)”, detalla el periodista.
Sin embargo, aunque la propia Stasi alimentara el mito de que lo controlaba todo, no era verdad. La prueba es que el muro cayó casi sin que lo vieran venir. “Sí que había confidentes, pero eso no impidió que se desarrollara una escena underground alternativa”, defiende Granda. “De hecho, el Premio Nobel de Literatura Günter Grass luego criticó a Wolf Biermann, que decía que en esa escena musical desarrollada sobre todo en el barrio de Prenzlauer-Berg había tantos infiltrados que era también parte de la escena oficial… Entonces lo que dijo Grass es que darle ese peso, ese protagonismo, a la Stasi, era brindarle un triunfo póstumo a la policía secreta comunista, que no lo merecía”, concluye.