“En el póquer puedes ver jugar a otros durante media hora y luego jugar tú mismo, mientras que al Skat, la mayoría de la gente ha jugado toda su vida y sigue sin entenderlo”, dice el experto en este juego de naipes Jan Ehlers.
En Alemania hay más gente que juega Skat que al fútbol: entre 20 y 25 millones, estima la Asociación Alemana de Skat. Solo en Berlín hay 200 clubes.
La habilidad, más importante que la suerte
Es un juego de 32 cartas, de estrategia, para tres jugadores. Al comienzo de cada ronda, se determina qué jugador juega solo contra los otros dos. El juego se basa en la probabilidad de ganar de cada jugador de acuerdo con las cartas que se repartieron. Los jugadores contrarios forman una alianza, pero no se les permite coordinarse durante el juego; las cartas hablan por sí mismas. Desde 2016, este juego está incluido en el registro nacional del patrimonio cultural inmaterial de Alemania.
Tradicionalmente, se utilizan naipes alemanes con bellotas, hojas, corazones y campanas, pero también se puede hacer con el naipe francés o ingléd. Cada carta tiene un valor determinado, son 120 puntos en total. “El ganador es siempre el que tiene más de la mitad de los puntos”, explica Ehlers.
La habilidad es más importante que el azar: “Necesitas una buena memoria para jugar Skat. Hay que sumar puntos. Por supuesto, un buen jugador de Skat cuenta las cartas que se juegan en cada ronda”, afirma.
Jugando a las cartas antes de la batalla
En 1813, el chambelán Hans Karl Leopold von der Gabelentz, funcionario de la ciudad de Altenburg, anotó sus victorias y derrotas en el juego “scat” en un cuaderno. Es la mención escrita más antigua que se conoce de este juego de cartas.
Miles de soldados estaban estacionados en Altenburg ese año para la Batalla de Leipzig, durante las guerras napoleónicas. Con medio millón de soldados y 127.000 bajas, pasó a la historia como la batalla más grande de Europa antes de la Primera Guerra Mundial. Mientras esperaban la batalla, los soldados pasaban mucho tiempo jugando a ese juego de cartas. Fueron ellos quienes contribuyeron a hacer del juego un pasatiempo popular.
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