Tras dos décadas del primer estudio, una nueva investigación determina que hay “evidencias suficientes” para plantear una acción mundial que frene la propagación de los microplásticos.
Los plásticos están en todas partes: en los mares, océanos, en el plancton marino, en los animales y aquellos que consumen los humanos. Por ende, no llevamos años, sino décadas introduciendo plástico en nuestro organismo, más concretamente, microplásticos.
Este término se puso encima de la mesa por primera vez a principios del nuevo milenio. Ahora, una investigación suscribe y afirma con contundencia lo que muchos expertos ya pronosticaban: hay evidencias suficientes de los efectos de estas partículas, por lo que es necesario una acción global que reduzca las cantidades en el ambiente y los peligros que comportan para la salud humana.
Dos décadas del término “microplástico”
El primer estudio que describió la presencia de “microplásticos” se publicó en la Revista Science allá por el año 2004. Entonces, sus autores, encabezados por Richard C. Thompson -apodado el padrino de los microplásticos- e Ylva Olsen, alertaban por vez primera de la presencia de innumerables fragmentos de plástico y fibras en el mar, derivados de la degradación de objetos más grandes. Estos elementos, decían sus autores en el artículo, eran ingeridos por organismos marinos, aunque “las consecuencias medioambientales de esta contaminación todavía se desconocen”, concluían.
Dos décadas después, el 19 de septiembre de 2024, un grupo internacional de expertos, también encabezados por Thompson, que es director del Instituto Marino de la Universidad de Plymouth y de la Escuela de Ciencias Biológicas y Marinas, junto con otros cinco científicos, ofrecen una revisión de aquel primer estudio y sostienen que “tras más de veinte años de investigación centrada específicamente en los microplásticos, existen numerosas pruebas de una acumulación medioambiental sustancial a gran escala”.
“Se han confirmado efectos toxicológicos en todos los niveles de la organización biológica, y hay pruebas de efectos potenciales sobre la salud humana, junto con un creciente interés social y respuestas políticas iniciales”, indican.
Múltiples fuentes
La revisión, publicada en la revista Science, pone énfasis en la procedencia de los microplásticos – desde neumáticos, piezas textiles, cosméticos, pinturas y la fragmentación de objetos de mayor tamaño – como en su destino.
“Están ampliamente distribuidos en el medio natural, omnipresentes en alimentos y bebidas; y se han detectado en todo el cuerpo humano, con pruebas emergentes de efectos negativos”, dice el estudio.
Con todo, los investigadores destacan que la contaminación ambiental podría duplicarse de aquí a 2040, con daños a gran escala.
Llamada a la acción
Uno de los puntos que destaca la investigación es, sin duda, la llamada a la acción. Los expertos reconocen el aumento de la preocupación en la opinión pública sobre los microplásticos, así como las negociaciones a escala internacional para estudiar medidas que hagan frente a esta contaminación. No obstante, aboga porque se sigan haciendo pruebas, estudios con soluciones y minimización de riesgos.