Ofrece el argentino Pompeyo Audivert una estremecedora versión del clásico de Shakespeare en un monólogo deslumbrante e intenso.
Culiacán, Sinaloa | Una larga e intensa salva de aplausos y vítores de pie por parte de un público visiblemente emocionado, rubricó la presentación de la obra teatral clásica Macbeth, de William Shakespeare, en la adaptación para monólogo Habitación Macbeth, realizada, dirigida y actuada por el creador argentino Pompeyo Audivert, en una de las más memorables noches del Festival Cultural Sinaloa 2025, de camino al Festival Internacional Cervantino, donde se presentará el próximo viernes 24.
En el Teatro Pablo de Villavicencio, y con la participación en escena del chelista Claudio Peña, con música original in situ (y algunas veces dando algún mensaje al rey), el actor interpretó, lo mismo a las tres brujas de oscuros vaticinios que al honesto Macbeth hasta que esos augurios le despiertan los demonios de la ambición y de la culpa por igual; al fiel Banquo vilmente traicionado, a la insidiosa Lady Macbeth, y a algún otro.
Sorprendente es cómo Audivert pasa de un papel a otro de inmediato y sin que apenas el público lo note, solo por el cambio de una inflexión de voz, un gesto o la postura del cuerpo, aunque esté dirigido hacia el espejo que lo refleja o a la sombra propia proyectada en la pared.
La pieza no tiene desperdicio y es de esas que, quien la mira una vez, solo le queda soñar con volver a verla.
De los parlamentos, ni hablar. Son del gran Shakespeare, poesía pura de aires terribles, de metáforas deslumbrantes y frases reveladoras, convertidas en ese “medio para golpear el espejo de la realidad” que menciona Audivert desde que concibió el montaje.
Vale la pena repetir las palabras del actor al concebir esta puesta en escena: “Habitación Macbeth es el intento de arrojar junto a Shakespeare un piedrazo en el espejo también en el nivel de las formas de producción, violentando la actuación y exaltando su metáfora: el actor como habitáculo, zona de encarnaciones, estructura de una presencia desparasitada del yo histórico y en disposición de manifestarse, de salir a la luz, de representarse teatralmente”.
Y eso es exactamente lo que hace el actor, ataviado con un camisón que lo mismo ha de ser un sudario, pálido el rostro, y poseído por una voluntad supra normal, durante dos horas sin pausa, encarna literalmente a un grupo de fantasmas, con el sonido del violonchelo de Claudio Peña acentuando las atmósferas y haciendo de un actor más de vez en cuando.
La obra Macbeth, de Shakespeare, es harto conocida, pero vale la pena hacer una sinopsis de ese guerrero de Escocia que vuelve vencedor de la batalla, y en un oscuro camino lo abordan las tres parcas que le vaticinan que, antes de que acabe el día será Lord de Cawdor y en poco tiempo será rey, mientras que a Banquo le predicen que será padre de reyes. Ninguna profecía es motivo de alegría. Antes bien, son anuncio de calamidades, pero ninguno lo sabe.
El cumplimiento de la primera profecía esa misma noche, despierta la ambición de poder de Macbeth y, acuciado por su esposa, asesina al justo rey Duncan en una visita a su castillo en la que lo llena de honores, pero y los remordimientos y la culpa lo persiguen en la forma de sombras y voces de la gente que ha hecho asesinar en esa vorágine de crímenes, hasta que las últimas profecías se cumplen, cuando “el bosque de Birnam camina hacia su castillo” y alguien “no nacido de mujer” lo ha de matar.