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Lo­gran pre­de­cir mu­ta­cio­nes del SARS-CoV-2 con re­des neu­ro­na­les ar­ti­fi­cia­les

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Inves­ti­ga­do­res de la Uni­ver­si­dad Ro­vi­ra i Vir­gi­li (URV), en Es­pa­ña, han lo­gra­do pre­de­cir mu­ta­cio­nes del SARS-CoV-2 me­dian­te compu­tación, aná­li­sis de da­tos ma­si­vos y re­des neu­ro­na­les ar­ti­fi­cia­les.

El gru­po de in­ves­ti­ga­ción Qui­mioin­for­má­ti­ca y Nu­tri­ción de la URV, li­de­ra­do por San­ti Gar­cia y Gerard Pujadas, ha di­se­ña­do un sis­te­ma de apren­di­za­je au­to­má­ti­co que pre­di­ce mu­ta­cio­nes re­cu­rren­tes de los co­ro­na­vi­rus, una in­for­ma­ción que, se­gún los in­ves­ti­ga­do­res, permitirá adelantarse en el desarrollo de fármacos.

¿Cómo se producen las mutaciones?

Gar­cia ex­pli­có que los vi­rus in­fec­cio­sos se ins­ta­lan en cé­lu­las vi­vas para re­pro­du­cir­se y fuer­zan a los me­ca­nis­mos ce­lu­la­res re­pro­duc­to­res a sintetizar la información genética del propio virus.

En el caso del SARS-CoV-2, las ins­truc­cio­nes ne­ce­sa­rias para re­pro­du­cir­se es­tán en su núcleo en for­ma de áci­do ri­bo­nu­clei­co (ARN).

Mien­tras el ADN hu­mano pre­sen­ta una es­truc­tu­ra de do­ble hé­li­ce, el ARN está formado por una sola cadena, que co­di­fi­ca la in­for­ma­ción me­dian­te cua­tro com­po­nen­tes: ade­ni­na, guanina, ci­to­si­na y uracilo.

Cuan­do exis­ten erro­res en el pro­ce­so de re­pli­ca­ción –cam­bios en el or­den en que se pre­sen­tan es­tas cua­tro ba­ses– aparecen las mutaciones.

Se­gún Gar­cia, si bien se creía que es­tos des­ór­de­nes en las ca­de­nas de ARN eran to­tal­men­te alea­to­rios, in­ves­ti­ga­cio­nes an­te­rio­res de­tec­ta­ron que exis­tían erro­res más fre­cuen­tes que otros. Lo an­te­rior,  concretamente en algunas enzimas —sus­tan­cias or­gá­ni­cas que ca­ta­li­zan reac­cio­nes quí­mi­cas— pro­pias del hués­ped ten­dían a con­ver­tir la ci­to­si­na del ARN del vi­rus en ura­ci­lo.

Red neuronal artificial

En este con­tex­to, los in­ves­ti­ga­do­res han di­se­ña­do un sis­te­ma de apren­di­za­je au­to­má­ti­co ba­sa­do en una red neuronal artificial que es ca­paz de pre­de­cir las mu­ta­cio­nes del vi­rus, de­ri­va­das del contacto de la información genética con ciertas enzimas del huésped del virus.

Una vez ana­li­za­da la evo­lu­ción del vi­rus te­nien­do en cuen­ta sus mu­ta­cio­nes, entrenaron una red neuronal artificial con da­tos de más de 800.000 ge­no­mas del vi­rus para que esta aprendiera a predecir qué mu­ta­cio­nes re­cu­rren­tes se da­rían de cara al fu­tu­ro.

Una red neu­ro­nal ar­ti­fi­cial, es un sis­te­ma compu­tacio­nal de apren­di­za­je au­to­má­ti­co que co­nec­ta múl­ti­ples no­dos lla­ma­dos neu­ro­nas ar­ti­fi­cia­les que, cuan­do se en­tre­nan para rea­li­zar una ta­rea en par­ti­cu­lar, son capaces de trabajar conjuntamente para pro­ce­sar gran­des vo­lú­me­nes de da­tos.

Es­tos sis­te­mas apren­den por sí so­los y pue­den mol­dear­se a sí mis­mos para con­se­guir un de­ter­mi­na­do re­sul­ta­do, a pe­ti­ción de los in­ves­ti­ga­do­res.

¿Cómo funciona?

El pro­ce­di­mien­to con­sis­te en uti­li­zar una par­te del ge­no­ma para crear la red y reservar una parte, su­fi­cien­te­men­te am­plia, para tes­tear­la y co­rre­gir su fun­cio­na­mien­to si fue­ra ne­ce­sa­rio.

En este caso, el equi­po re­ser­vó cua­tro ge­nes, uno de los cua­les con­tie­ne la in­for­ma­ción de la pro­teí­na que per­mi­te al vi­rus en­trar en las cé­lu­las para in­fec­tar­las, a fin de focalizar el estudio en esta dirección.

Se­gún la URV, este sis­te­ma, que nun­ca se ha­bía apli­ca­do en la pre­dic­ción de mu­ta­cio­nes del vi­rus, ha per­mi­ti­do a los in­ves­ti­ga­do­res ade­lan­tar­se a los cam­bios re­cu­rren­tes del vi­rus, ca­ta­li­za­dos por las en­zi­mas pro­pias del cuer­po hu­mano.

El sis­te­ma también identifica aquellas partes del virus que no pueden cambiar, pues­to que si lo ha­cen el agen­te in­fec­cio­so es in­ca­paz de re­pro­du­cir­se.

Toda esta in­for­ma­ción per­mi­ti­ría a los in­ves­ti­ga­do­res ade­lan­tar­se en el di­se­ño de fár­ma­cos y ha­cer­los más efec­ti­vos de cara a la eli­mi­na­ción del vi­rus, utilizando las debilidades de­tec­ta­das para di­fi­cul­tar su re­pro­duc­ción.

«Esta in­ves­ti­ga­ción apor­ta in­for­ma­ción re­le­van­te para la co­mu­ni­dad cien­tí­fi­ca, y que­da aquí para que se pue­da con­sul­tar», dijo San­ti Gar­cia, que ha ase­gu­ra­do que la me­to­do­lo­gía es re­pli­ca­ble en fu­tu­ras pan­de­mias, es­pe­cial­men­te si las cau­sa un co­ro­na­vi­rus o nue­va va­rian­te del SARS-CoV-

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