Las mujeres que han experimentado el cáncer de mama también viven violencia estética oncológica a través de la presión de familiares, amistades, parejas y personal médico para “verse bien”.
Sandra Monroy tenía 36 años de edad, cuando le diagnosticaron en 2021 cáncer ductal infiltrante (CDI), el tipo cáncer de mama más frecuente.
Según cifras de la Sociedad Americana Contra el Cáncer (American Cancer Society), 8 de cada 10 cánceres de mama son de este tipo. En México, representa entre el 80% y 85% de los casos.
Karla Centelles, oncóloga médica del Instituto Nacional de Cancerología, define así el CDI.
“Significa que viene de los ductos. Si nosotros vemos la anatomía de la mama viene de los conductos a través de los cuales al momento de lactar las mujeres saldría leche por estas tuberías o estos pequeños canales. Ese es el sitio donde se genera la tumoración. Hay otros tipos, como el carcinoma de los lóbulos donde se produce la leche y existen otros tumores que representan un porcentaje muy pequeñito que, generalmente, son más agresivos, como los sarcomas o los carcinomas metaplásicos y que representan menos del 1% de casos”.
El activismo de Sandra comenzó el día que la diagnosticaron. También es periodista, fotógrafa, fundadora de la cuenta de acompañamiento oncológico Jódete, Cáncer y autora del libro del mismo nombre.
Desde los 24 años acudía a revisiones con ultrasonido mamario en la Fundación de Cáncer de Mama, FUCAM. Esto, dice, le salvó la vida.
“Porque normalmente la información es a partir de los 40, pensando que la mastografía es el estudio oficial, pero no es el único. Tenía 36 años. Llegué con un cáncer que es lo más relativamente común, un ductal infiltrante en etapa temprana, que era una etapa 1. Una vez que tuve el diagnóstico recuerdo mucho las palabras del oncólogo, dijo: ‘Las mujeres de tu edad llegan a morir’. Y en aquel momento yo no entendía la relación porque no sabía absolutamente nada del cáncer de mama”.
Prejuicios dificultan detección oportuna en mujeres jóvenes
La Norma Oficial Mexicana (NOM) señala que la toma de mastografía se debe realizar anualmente o cada dos años a las mujeres de 40 a 49 años con dos o más factores de riesgo y de forma anual a aquellas de 50 años o más.
Sin embargo, los casos de cáncer de mama en mujeres menores de 40 años van en aumento, advirtió el Instituto Nacional de Cancerología desde 2012. Actualmente, representan el 15% de los casos.
La oncóloga Karla Centelles atribuye este aumento de casos en mujeres jóvenes a mejores técnicas de detección que permitieron identificar:
- Casos que no eran reportados
- Casos diagnosticados tardíamente que quedaban en un subregistro.
Las campañas de concientización sobre una detección oportuna también contribuyen a que tengan un diagnóstico y, por lo tanto, se registren más casos.
“Pero también se ha asociado a estilos de vida donde tenemos varios factores de riesgo, como exposiciones ambientales a radiación, exposiciones a agentes inflamatorios, alimentos procesados, alimentos ricos en hormonas. Todo eso nos ha llevado a que tengamos más riesgo de presentar cáncer”.
A las mujeres menores de 40 años las diagnostican en etapas más avanzadas de la enfermedad por la idea generalizada y errónea de que no pueden enfermarse y por el tipo de cáncer de mama que pueden tener, explica Centelles
“Por esta idea de que el cáncer de mama no les pasa a las jóvenes es que muchas veces son diagnosticadas tardíamente y entre más avanzada sea la etapa del diagnóstico peor es el pronóstico. También hay cierta asociación al tipo de cáncer de mama que llegan a padecer las mujeres jóvenes. Habitualmente tienen alguna asociación a una alteración genética que hizo que desarrollaran cáncer de mama o se asocian a tipos más agresivos como el cáncer de mama triple negativo o los tumores basales o los tumores que tienen expresión de HER2, que es una vía de señalización celular que condiciona también mayor agresividad”.
La autoexploración mensual recomendada desde la adolescencia un día fijo del mes si no menstrúan o siete días después de menstruar y el examen clínico de las mamas de forma anual a todas las mujeres a partir de los 25 años no han sido suficientes para una detección oportuna en mujeres jóvenes.
En México, según cifras preliminares de las Estadísticas de Defunciones Registradas (EDR) del Inegi, 63 mujeres de 20 a 29 años murieron y 482 de 30 a 39 años, en 2023.
En total, registraron ocho mil 34 fallecimientos debido a tumores malignos atribuidos al cáncer de mama en personas de 20 años y más; siete mil 992, es decir, 99.5% fueron de mujeres.
“¿Ya para qué?”, la discriminación por edad en los diagnósticos
La violencia estética fue conceptualizada por primera vez por la escritora y socióloga venezolana Esther Pineda en 2014, en su libro Bellas para morir: Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer.
Pineda la define como el conjunto de narrativas, representaciones, discursos y prácticas de instituciones sociales que, de alguna forma, presionan a las mujeres a responder al canon de belleza. Ese mecanismo también sanciona y castiga a las que no lo hacen por medio de la discriminación, exclusión y ridiculización.
Sandra añade que esta violencia también está presente en el contexto del cáncer de mama. Una de sus manifestaciones es la gerontofobia, es decir, el rechazo o discriminación de las personas mayores.
“Cuando hablamos de edades con respecto al diagnóstico de cáncer lo que estamos encontrando son autoridades que están diciendo que las mujeres menores de 40 años no son estadística. Entonces, ¿para qué, para qué hacer campañas? Pero lo que también estamos encontrando es que no solamente son mujeres de 40 a 65 años.
Estamos encontrando mujeres de 90, 93 años presentando cáncer de mama por primera vez y puede ser 70, 80. Lo que encontramos en sistemas de salud como el IMSS o el ISSSTE es que dicen: ‘Bueno, señora, usted ya tiene 65, ya no es necesaria la revisión’ o ‘Venga cada dos años’ o ‘¿Ya para qué?’, como si estas personas por llegar a una determinada edad o no cumplir esa determinada edad no pudieran enfermar”.
Las Estadísticas de Defunciones Registradas también muestran que el año pasado hubo mil 535 muertes de mujeres de 75 y más años por este tipo de cáncer.
En nombre de la feminidad y la autoestima.
Las mujeres que han experimentado el cáncer de mama también viven violencia estética oncológica a través de la presión de familiares, amistades, parejas y personal médico para “verse bien”, responder al canon y los estereotipos de belleza.
En nombre de la feminidad, autoestima y salud mental, pacientes oncológicas son orilladas a optar por usar peluca o por una reconstrucción mamaria.
“Encontramos muchos discursos violentos, normalizados, pasivo agresivos, paternalistas, llenos de misoginia, llenos de una atención de marketing —porque es uno de los cánceres donde más marketing hay por tener una parte del cuerpo más visible que tiene que ver con la hipersexualización, las mamas—. Y encontramos también la cuestión de ‘la mujer no debe de lucir enferma’. Habrá mujeres que estén perfectas con la peluca o no, pero normalmente en el discurso social creen que cáncer de mama se reduce todo a pelucas y prótesis, y no le preguntan a esa mujer si realmente se siente cómoda usando eso”, señala Sandra.
Cuando Sandra tomó la decisión, junto a sus oncólogos, de tener una mastectomía bilateral, es decir, de retirar ambos pechos, el cirujano plástico le dijo que se reconstruyera porque era joven.
“Entendemos que la referencia directa sería para la mujer de 50 años, pero por qué tendría a fuerzas que reconstruirme solo por ser joven. O esta cuestión de pensar que sin ambas mamas no soy una persona completa. La idea de creer que eres solamente dos pechos, creer que si no los tienes el mundo se va a acabar, nadie te va a querer. O, bien, a las mujeres que decidieron por cuenta propia y están contentas con la reconstrucción, aun socialmente no es suficiente. Estás reconstruida, pero te faltan los pezones. Okay, te reconstruyes los pezones, pero no se ven naturales”.
Sandra decidió libremente quedarse plana. Para ella es una forma de ser bella desde una modificación corporal. No tiene complejos sobre sus cicatrices o la ausencia de sus pechos. Sandra, afirma, va por arriba del sistema.
Actualmente forma parte de la colectiva de mujeres oncológicas Tetas y Rayas, que busca visibilizar el cáncer de mama a través de actos simbólicos y contestatarios.
“Es un espacio muy amplio, profundo y oscuro el cáncer. Está cargado de tantas etiquetas y cargado de más cánceres que ni siquiera es el de mama, sino el de las creencias, la misoginia, el machismo, de lo que nos han mencionado que somos. Por eso es que decidí hacer lo que hago hoy por hoy”.
Iniciativas de reforma para sancionar la violencia estética en el país.
En marzo de 2023, Morena presentó ante el Senado de la República una iniciativa de reforma para tipificar la violencia estética.
Dicha iniciativa pretendía modificar el artículo 6 de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y agregar a los tipos de violencia contra las mujeres la estética, entendida como “cualquier acto, omisión, narrativa, representación o práctica mediante la cual el agresor violente física o psicológicamente a la víctima con base en criterios sexistas, racistas, gerontofóbico y gordofóbicos, a fin de persuadirla a rechazar su aspecto físico o modificarlo mediante procedimientos médico-quirúrgicos”.
Los Congresos de Puebla y Nuevo León recibieron iniciativas similares. Hasta ahora, solo Guanajuato ha reconocido la violencia estética en su Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Lo hizo en mayo de este año, sentando un precedente en el país.